Hay cine tróspido, y existe la producción entera del grupo Cannon Films. El estudio, con Menahem Golan a la cabeza, fue el responsable de multitud de joyas de los años ochenta como por ejemplo Hercules. Una versión libre, muy libre, del semidiós de la mitología griega:
Esta película es el epítome de la película malibuena: deja atrás el buen cine, se entretiene un rato en el territorio de la serie B, se empapa bien en la serie Z más casposa con decorados de cartón piedra y entonces echa a correr en un sprint demente hacia el territorio inexplorado del absurdo más completo, en un universo donde el big bang lo produjo una jarra dorada del todo a un euro con cuatro lucecitas.
Donde Zeus, dios padre del panteón, parece Melcior de la cabalgata de reyes.
Una historia donde Hércules cae del espacio a la tierra y es criado por los Kent, quiero decir, donde cae a la tierra y es criado por un matrimonio de granjeros. Una vida sencilla que se ve interrumpida por el ataque de osos hechos a partir de metraje de archivo y señores con un traje peludo:
Y de robots gigantes que también los han comprado en el todo a un euro:
Porque el conflicto de la película es una mezcla extraña de rescata la princesa:
Con una subtrama dedicada al conflicto entre magia y tecnología, donde los malvados son una señora con un disfraz digno de las peores pesadillas de Jack Kirby:
Y un rey loco con una espada hecha de llamas technicolor y que suena como una espada láser cuando la blande:
Hercules es, sin duda, una de las películas que más me ha sorprendido -y divertido- nunca: por un lado es un horror sin sentido ni coherencia, por otro lado ver como se ha hecho una película con este presupuesto nulo pero con esta grandilocuencia de concepto y estética -ambiciones que fracasa estrepitosamente en cumplir- me despierta, como mínimo, ternura. Cine tróspido de categoría.
Todas las imágenes (c) Cannon Films
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